viernes, 13 de julio de 2007

Segunda Reflexión: Didáctica

Es común oír en una sala de clases a los alumnos decir: “que fome el profe”, “me latea”, “siempre es lo mismo”, “nunca he visto algo nuevo en sus clases”…y así, muchos comentarios de “pasillos”. Para comenzar un cambio rotundo en las clases aburridas, rutinarias y estáticas de ese profesor, partiré primero por romper el esquema, romper “paradigmas”, definido como: “conjunto de supuestos teóricos generales, las leyes y las técnicas para su aplicación que adoptan los miembros de una determinada comunidad científica” (Thomas Kuhn). Como se analizó en clases anteriores, es muy común que se utilice frecuentemente paradigmas asociados a la sala de clases como por ejemplo: la postura rígida de los alumnos frente al pizarrón, la postura del profesor sobre la tarima, la idea de que el profesor sabe el alumno no sabe, restringir la idea de enseñanza a conocimiento, el criterio de silencio como indicador de disciplina, el criterio de escuchar como la única forma de participar, entre otros.
Como mencioné en la primera reflexión de didáctica; es movimiento, dinámica, constante estudio, ideologías, procesos, métodos, técnicas, experiencias.
Asociado a la sala de clases, la didáctica nace con el objetivo de hacer adquirir un saber (Brousseau, 1986). Desde esta perspectiva se desprende una cascada de hechos importantes unidos estrechamente, necesarios para poder funcionar en su totalidad. Si lo analizamos de este modo, podría definir didáctica asociada a la sala de clases como un especie de máquina, la que necesita de muchos elementos para poder funcionar. Nace de un profesor como mediador de la didáctica en la sala de clases, se refleja al traspasar conocimientos de una forma activa para desarrollar la capacidad de los alumnos, sin embargo, esta actividad debe estar sentada sobre bases “didácticas y dinámicas” de algunas herramientas que colaboren con este proceso tales como Internet, videos, entre otros. Un factor que considero adquiere relevancia en este proceso es la “capacidad” que posee el docente de traspasar ese saber sabio a los alumnos con rapidez, alegría y eficacia para convertirlo en un aprendizaje significativo.

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