lunes, 19 de noviembre de 2007

Un minuto con los pies en la Tierra

En esta época a la que llamamos post-moderna, nos encontramos sumergidos dentro de una sociedad con una evidente crisis a nivel macro y micro de la configuración valórica.
Un mundo en el que la globalización ha tocado las puertas de cada hogar sin medir diferencias de cultura, de clase social, y la economía liberal está dispuesta a derribar cuanta barrera se cruce por su camino, la humanidad y específicamente cada miembro que la compone ha tenido que limitarse sólo a "aceptar". Es aquí donde se nos confiere el adjetivo de sujetos pasivos, sin capacidad de crítica ni propia opiniones. Como consecuencia de esta globalización, se ha vuelto inminente la presencia material de soportes informáticos y audiovisuales. El mercado se ha encargado de mantener este tipo de objetos (televisión, computadoras, radios, etc.) al alcance de todos, simulando a su vez una cultura que parece al alcance de cualquiera, sin embargo, desde una perspectiva mas critica; el acceso a la información transmitida no esta equitativamente repartida en la actualidad debido fundamentalmente a que la capacidad intelectual para lograr interpretar la información no es igual para todos. Por otro lado, la búsqueda de la identidad personal se basa primordialmente en la competitividad y en el consumo como indicadores de estatus, sin querer nos hemos encargado de transformar el ser al tener. Castoriadis (1994) afirma que vivimos la fase más conformista de la historia moderna, pues bajo la apariencia de libertad individual todos recibimos pasivamente el único sentido que el sistema nos propone e impone de hecho: el teleconsumo, mezcla de consumo y televisión, de consumo simulado a través de la televisión.
Otro potencial negativo que ofrece la cultura poderosa de medios de comunicación de masa es el dominio de la apariencia. Es común en el contexto cotidiano observar cuerpos esbeltos, bellezas externas, grandes riquezas, lujosos lugares para vacacionar, tentadores precios, etc. Dentro de esta gran problemática del dominio de la apariencia y el teleconsumo, nos enfrentamos por ejemplo a una de sus tantas consecuencias dentro de las comunidades: trastornos alimenticios como anorexia, bulimia, producto de esta agresiva "cultura de la apariencia". Sánchez Mellado (1996) afirma "que el cuerpo, considerado durante milenios como despojo transitorio condenado a la putrefacción es el nuevo dios pagano de la secta con mas adeptos del mundo". Nos hemos transformado en unos locos desesperados por alcanzar lo que se nos impone sin disfrutar el momento, por miedo a no encajar en una sociedad en la que los modelos se encuentran difundidos entre la publicidad.