sábado, 25 de agosto de 2007

1ª reflexion, 2º semestre

La educación. Un tema particularmente complicado. Si analizamos a nivel macro la educación chilena nos damos cuenta de la mala calidad que ésta posee. Sin embargo aquí influyen una cantidad muy diversa de factores sociales, económicos, culturales, políticos, agentes sociales, entre otros que de alguna manera contribuyen intensificando o limitando este proceso.
Dentro de esta múltiple variedad de factores se encuentra “la evaluación”, entendida mas que un proceso de naturaleza técnica, como una actividad penetrada de dimensiones sicológicas, políticas y morales. Si nos centramos directamente en la practica dentro de las aulas de clases nos damos cuenta de inmediato que ninguno de los profesionales que trabajan en una institución realiza el mismo tipo de evaluación. Esto nos indica que en nuestra realidad actual se aplica la evaluación por parte de los docentes con diferentes fines: un valor de uso (es decir: es útil, posee relevancia y significación, despierta interés, genera motivación…) y un valor de cambio (es decir se puede canjear por una calificación). Es aquí donde enfrentamos a evaluadores que clasifican y etiquetan a los evaluados atribuyéndoles capacidades inamovibles que condicionan y predisponen solo al fracaso o al éxito. La política de etiquetado, como nos explica Michael Apple (1986) no se realiza de manera casual:
“una gran parte de la literatura de etiquetado de los niños de la escuela descansa en una rama particular del idealismo. Es decir: supone que las identidades de los alumnos son creadas totalmente por las percepciones que los profesores tienen de los estudiantes en el aula. Sin embargo, no es simplemente una cuestión de que la conciencia de los profesores crea la conciencia de los niños: por ejemplo, un profesor concibe a un estudiante como realmente torpe, y en consecuencia el niño se vuelve realmente torpe…además de eso se hayan también profundamente implicadas las expectativas y circunstancias materiales objetivas que forman y rodean el entorno escolar” (Apple, 1986:184-185).
En el sistema educativo actual, la mayor cantidad de docentes aplica la evaluación hacia los evaluados con un valor de cambio. Esto genera en los estudiantes una constante competencia a costa de la derrota de otros asumiendo únicamente ellos la responsabilidad de una buena o mala calificación dejando en un segundo plano si realmente aprendieron.
Es aquí donde se olvida la integridad moral, social y cultural de cada uno de nuestros aprendices y olvidamos concebirlos como entes activos socialmente con una potencial capacidad cognitiva y una realidad cultural diferente a la del resto.
Sin embargo: ¿Qué sucede con el aprendizaje? ¿Le estamos atribuyendo la importancia que realmente merece? Lamentablemente no. Estamos tan enraizados en un sistema educativo dentro del cual la evaluación es vista por parte de los alumnos como una especie de canje que no nos permite atribuirle el verdadero significado: “la evaluación no se utiliza como un instrumento de aprendizaje para el que enseña (Santos Guerra, 2001), sino como un simple modo de comprobación del esfuerzo realizado por el que aprende”.
Antes de finalizar mi reflexión quiero hacer hincapié en un suceso muy particular: cuando los alumnos no han podido aprender se debe a su exclusiva responsabilidad, son torpes, están mal preparados, no tienen base, no tienen la suficiente motivación, en fin. Muy pocas veces se responsabiliza a los docentes del fracaso que experimentan sus alumnos. Personalmente creo que tanto el éxito o el fracaso que experimenten se debe en gran parte a la labor que realiza el docente; puesto que sobre el recae la gran responsabilidad de entregar su saber sabio y transponer ese conocimiento de forma clara con el fin de que sus alumnos aprendan y logren introducir nuevos esquemas mentales. De aquí es muy cierto que “la evaluación se ha circunscrito a los aprendizajes de los alumnos pero, como es lógico, hay que evaluar también la docencia” (Jiménez Jiménez, 1999).
Es ahora tarea de nosotros como futuros profesionales de la educación transformar las situaciones en las que se desarrolla la practica y mejorar el sentido de la evaluación para crear alumnos motivados, creadores, con capacidad analítica y de reflexión, alumnos capaces de comprender argumentar e investigar.